En gran parte de los oficios, las raíces etimológicas del nombre que reciben están relacionadas directamente con el material que manejan, o con las actividades que realizan. Así pues, el pescador, el ingeniero, el conductor o el directivo ofrecen pocas dudas en cuanto al origen de sus denominaciones. Sin embargo existen oficios que todos conocemos de sobra y cuyo significado seguramente nunca hemos tenido claro. Tal es el caso del carpintero. Pues bien, el post de hoy trata sobre el origen etimológico del término carpintero. Y está directamente relacionado con los carros, ni más ni menos.
En la antigua Roma, se denominaba carpentarius al que construía -pero sobre todo reparaba- los carpentum, que era uno de los modelos más primitivos y extendidos de carro de dos ruedas. Hubo gran cantidad de variantes del carpentum, que iban desde simples carros en los que cabían dos o tres personas, hasta los modelos de tipo procesional, ricamente adornados, en los que las matronas romanas tenían el privilegio de ir durante los fastos. Éste tipo de carruaje solía ir tirado por dos mulas y poseía una cubierta curva hecha de telas: la cámara. Si además, en lugar de dos ruedas poseía cuatro, se denominaba pilentum. Sin duda, el permiso de usar carros en las ciudades era todo un privilegio, puesto que estuvo prohibido durante toda la República y los primeros dos siglos del Imperio.
Como es obvio, la construcción, uso y mantenimiento de los carros era un aspecto fundamental en la vida romana, y el carpentarius hubo de ser un oficio hasta cierto punto imprescindible. Como muestra de ello, nos basta con ver que la raíz celta “carr-“ sigue en plena vigencia para designar todo lo relacionado con los vehículos actuales –carrocería, carretera, carrera- o incluso los propios coches –car (inglés) o carro en iberoamérica-.
Con el devenir de los tiempos, aquel artesano que precisaba de una gran habilidad con el trabajo de la madera –además de otros materiales- con que estaban fabricados los carpentum, seguramente aplicó sus conocimientos en todo tipo de intervenciones, de manera que siglos más tarde el carpentarius ya no se dedicaba únicamente a los carros, sino a cualquier tarea que usara el lígneo material. De ésta forma, se puede considerar que a partir del siglo VIII, el término castellanizado carpintero ya está desvinculado de los carruajes, y se refiere a un profesional que trabaja exclusivamente con la madera.
La importancia que tuvo el mundo de los carruajes para la terminología maderera actual no se quedó en el carpentum. Hoy en día, algo tan usual para nosotros como es el término viga, en opinión de muchos filólogos halla su origen en la biga (bi-iugum) romana, que no era sino el madero que unía un carro de carreras a los yugos de dos caballos, dando nombre al carro completo. También existían la triga y la cuadriga, en función del número de animales que servían de tiro. Si consideramos que una viga es una pieza longitudinal de madera apoyada en sus dos extremos, la conexión parece bastante lógica.
Pero ricemos el rizo, porque las confusiones históricas con el oficio y el significado del carpintero tienen su cúspide en la propia Biblia. En las traducciones al latín que se hicieron de los evangelios originales de Mateo y Marcos, escritos en griego, la profesión de Jesús y de su padre San José pasó de ser tekton a ser carpentarius. La polémica está servida, puesto que el tekton del siglo I era lo que hoy se puede definir como un trabajador de la construcción, con nociones de albañilería, cantería, carpintería, etc. Sin embargo, dos siglos más tarde, a la hora de traducir, San Justino se decidió por el vocablo carpentarius, tal vez por aquello de ser un profesional versátil que tenía conocimientos de varias disciplinas. Si atendemos a ésto, puede que en origen la traducción no fuese del todo incorrecta, pero el paso del tiempo y el cambio de significado del término carpintero han hecho el resto, puesto que en nuestro imaginario colectivo, José y Jesús son carpinteros “actuales”, es decir dedicados en exclusiva a la madera, cuando ya hemos visto que antes no era así.
Además, a Jesús le llaman maestro hasta 45 veces en los evangelios, lo que unido a su oficio de tekton, lleva a pensar a diversos expertos que en realidad podría haber sido un Arkhi-Tekton, un maestro de la construcción. La provocadora teoría del Jesús arquitecto es defendida con sólidos argumentos en el blog Jesustekton.
Sin duda, una palabra que nos es tan familiar como carpintero, esconde más vericuetos de los que cabría esperar, ¿verdad?.