La Sinagoga del Tránsito

Situada en la judería de Toledo, se encuentra la que tal vez sea la sinagoga medieval mejor conservada de España. Sus obras comenzaron en 1357 y tardó 6 años en ser construida bajo el reinado de Pedro I. El mecenas que ordenó su levantamiento fue el sefardita Samuel ha-Leví, tesorero o almojarife del rey, cuya fortuna y confianza del monarca le permitieron erigir el edificio a pesar de estar prohibida la creación de sinagogas en Castilla.

El espacio más importante del edificio es la Gran Sala de oración, decorada con yeserías policromadas y arquillos calados. Sobre todo el conjunto descansa una soberbia armadura ochavada de par y nudillo, decorada con una sencilla lacería basada en la estrella de ocho puntas por todo el almizate. La geometría de ocho es uno de los ornamentos más antiguos y usados en la carpintería de lo blanco, y su origen, acerca del cual hay teorías de todo tipo, se pierde en la noche de los tiempos. Lo que sí conocemos con certeza es que se trata de un motivo que fue usado por capinteros tanto de origen cristiano como musulmán.

Toda la armadura está ejecutada con un alto grado de perfección, característica distintiva de las techumbres de los siglos XIV y XV, en los cuales la carpintería hispánica alcanzó las mayores cotas de desarrollo artístico y tecnológico. También es cierto que el lazo de ocho es uno de los más sencillos de llevar a cabo, puesto que se parte de una trama de nudillos y peinazos ortogonales a los que se añaden los correpondientes en las direcciones diagonales. Sin embargo, el conjunto aúna sobriedad en la traza y una gran riqueza en la decoración.

Como es habitual en este tipo de armaduras, tanto los pares como los nudillos están agramilados para destacar el efecto del entrelazamiento de las diferentes partes. En este caso concreto, además, poseen incrustaciones de marfil en el eje de las piezas, formando una línea blanca claramente visible.

Tirantes, canes y arrocabes tenían una riquísima policromía de la que hoy afortunadamente quedan restos, pero nada comparables a los que en su día pudo poseer. Están en consonancia con las yeserías situadas por debajo, completamente decoradas con motivos vegetales, epigráficos y geométricos. Los canes, en lugar de ser de una pieza maciza sobre la que apoya la tocadura y luego el tirante, están formados por varias tablas recortadas con la forma polilobulada final, lo cual es una técnica de origen hispano-musulmán.

En lo que se refiere al trasdós, está realizado con la también tradicional técnica de cinta y saetino, con tablas policromadas. Debido a que estamos ante una armadura que se construyó con abundancia de medios, el plano de los faldones no coincide con el de cubierta, ya que se dejó una cámara intermedia que separa ambos -muy adecuada para una perfecta conservación-, recibiendo el más externo de ellos el nombre de sobrecubierta.

El método constructivo de la sobrecubierta lo podemos ver con mucha claridad en la maqueta que diseñó E. Nuere  para su exhibición en la sinagoga. En ella se distinguen los planos que son perceptibles desde el interior del edificio y los que forman la envolvente exterior, de manera que coexisten dos estructuras superpuestas. Otro aspecto lógico que se puede observar es que una armadura ochavada obligatoriamente tiene que contar con contrapares adicionales y limas bordón exteriores para poder generar una cubierta a cuatro aguas.

También merecen toda nuestra atención otros elementos del edificio en los cuales está presente la geometría lacera. Por ejemplo los ajimeces, es decir, ventanas caladas en yeso. Hay que ser precavido con la palabra ajimez, puesto que posee múltiples significados y puede llevar a confusión. Su significado original era literalmente ventana de yeso. Se puede comprobar hasta qué punto estaba desarrollada la técnica del yeso moldeado viendo los diferentes trazados de lazo que decoran todos los arquillos.

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Como no podía ser de otra manera, el lazo también invade los elementos cerámicos de las zonas bajas de la sinagoga, mostrando su influencia andalusí, materializada por la técnica de la cuerda seca. Y por último, las yeserías, auténticas protagonistas del interior del templo, si bien no tienen relación con la carpintería, sí la tienen con la geometría lacera, aunque en esta ocasión las intrincadas formas sean de tipo vegetal. Para ejecutarlas de empleaba la trabajosa técnica del tallado, en la que se usaban plantillas para tallar el yeso en varios niveles de profundidad.

También talladas son las zapatas que enmarcan los miradores de la Galería de Mujeres, las cuales son un deleite para la vista por cada una de sus cuatro caras visibles, repletas de motivos vegetales.

En definitiva, estamos ante un lugar, otrora sagrado, en el que la experiencia estética del conjunto resulta fascinante, tanto por la calidad de su artesanía, como por su antigüedad. Nada menos que casi siete siglos en pie, y cuya magia, afortunadamente todavía podemos disfrutar.

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